El desengaño…la salud empieza por el corazón
Nuestra antigua alumna Ana Mª, psicóloga, reflexóloga, flosacóloga…en definitiva, naturópata, nos habla de una experiencia muy común para la gran mayoría de mortales: el desengaño. No olvidemos su influencia en nuestra salud.
Podemos decir que casi todo el mundo ha pasado alguna vez por una ruptura sentimental. De hecho algunos estudios dicen que se trata de una experiencia universal, ya que el 99% de las personas lo han sufrido, al menos una vez en su vida.
Como ya sabemos hay muchos tipos de separaciones, las que son de mutuo acuerdo, las que se deben a alguna causa justificada (como una infidelidad), las repentinas e inesperadas, donde sin ninguna explicación tu pareja te deja…
Yo me voy a centrar en las rupturas no deseadas, porque creo que es donde la persona lo pasa realmente mal. De hecho, los expertos dicen que puede llegar a ser uno de los acontecimientos más estresantes por los que una persona puede pasar a lo largo de su vida.
¿Qué sucede cuando de repente a una persona le deja su pareja sin ella desearlo?
Pues que se siente desorientada, con las ilusiones rotas, sin proyectos de vida, ya que normalmente éstos están relacionados con su ex (casarse, formar una familia…), siente como si lo hubiera perdido todo. Pasará por un montón de emociones: tristeza, ira, inseguridad, desesperanza, es como si estuviera montada en una montaña rusa emocional de la que se quiere bajar pero que no puede o no sabe cómo hacerlo. También suele sentir ansiedad, depresión, falta de apetito, insomnio…
¿Pero por qué se sufre tanto en las separaciones sentimentales?
Porque el amor es como una droga, la persona enamorada es adicta a unas rutinas diarias con su pareja, a sus caricias, besos, atención…( cada vez quiere más y más) . Y es que el amor activa en el cerebro las mismas zonas cerebrales que la cocaína, produciendo unas sustancias químicas (serotonina, dopamina, testosterona…) que hace que la persona enamorada se sienta tan feliz (la llamada “química del bienestar”). Entonces cuando termina el amor, toda esta química desaparece, generando una especie de mono en el desenamorado por la falta de su amado. Todo esto explicaría el dolor y los síntomas desagradables que aparecen en la persona separada sin desearlo (ansiedad, depresión, obsesiones, nauseas…).
Sin embargo, no todo el mundo lo pasa igual de mal cuando su relación sentimental termina. La intensidad y duración de este dolor dependerán de factores como: el tiempo que llevaban juntos, si la ruptura fue esperada o repentina, si tiene hijos, etc. Es muy difícil estimar su duración, e incluso los expertos no se ponen de acuerdo ello.
Pero lo que sí sabemos es que este duelo pasa por 5 fases, concretamente son:
- La Negación: la persona está en estado de shock, no se puede creer que su pareja la haya dejado, piensa“esto no me puede estar pasando a mí”. Se siente totalmente confusa, desconcertada e incluso con sensación de irrealidad. Es muy normal que tenga ansiedad, mareos, náuseas, etc. En definitiva, no acepta que su amor la haya dejado. Hasta hay casos en que llegan a obsesionarse con la idea de que su pareja va a volver.
- La Ira: ya se va dando cuenta de la realidad y empieza a reaccionar, se enfada con la otra persona, piensa “cómo me puede pasar esto a mí, él/ella se lo pierde”. Algunos estudios dicen que pasar esta fase de enfado es incluso saludable y positivo para una pronta recuperación, siempre y cuando se haga de forma sana y constructiva. Emociones como la maldad, la venganza y el rencor solo nos produce malestar, haciéndonos infelices y que enfermemos.
- La Negociación: en esta fase la persona haría cualquier cosa por volver con su pareja, incluso suele reprocharse todo lo que ha hecho mal o que no hizo en la relación. Es importante que se dé cuenta de sus errores de forma constructiva, para aprender de ellos y no volver a cometerlos en el futuro; pero nunca culpándose de todo. Una de las cosas que se le aconsejan en esta fase es que hable con sus amigos, que no se guarde sus sentimientos para sí. En esta etapa son muy típicas las llamadas perdidas al ex, forzar encuentros con él… etc
- La Tristeza: esta fase puede llegar a ser devastadora para la persona, porque suele sentir una sensación muy fuerte de soledad, de gran vacío interior, como si la vida ya no le interesara. Siente una gran desesperanza porque toma consciencia de su perdida, llegando a pensar que no podrá vivir sin su ex. Hay que tener cuidado porque en esta fase es muy fácil que la persona caiga en una depresión. Si esto pasa lo más saludable sería pedir ayuda profesional. También aparece el miedo a no poder volver a amar o ser amado, a no poder superar la ruptura.
- La Aceptación: en este periodo es muy importante que la persona no se resigne a lo sucedido sino que llegue a una verdadera aceptación de lo ocurrido. Que aprenda de su experiencia y se haga más fuerte como persona para seguir viviendo. No es que vaya alcanzar la felicidad por arte de magia sino que será un proceso gradual, donde poco a poco se irá sintiendo mejor, pudiendo mirar hacia adelante ,y abriéndose paso a una nueva vida.
Lo importante es saber que por muy duro que sea que te deje tu pareja, se puede salir airoso de esta experiencia si uno está dispuesto.
Es muy importante que la persona que pasa por este periodo de duelo se sienta respaldada y apoyada por su entorno y nunca cuestionada. Y que cuando no pueda salir de esta situación por sí sola pida ayuda profesional. De hecho, tiene un montón de recursos a mano y a buenos profesionales que le podrán ayudar a superarlo lo mejor posible y a sacarle el máximo provecho a este periodo de su vida.
Hay muchos tipos de terapias para tratar a la persona que pasa por un desengaño amoroso , pero yo me voy a centrar en cómo le ayudarían la psicología y algunas terapias naturales, concretamente las Flores de Bach y Reflexología:
Desde la terapia psicológica podríamos enseñar a la persona una serie de técnicas o recursos que le ayudasen a recuperar la confianza y seguridad en sí misma, y a mejorar la autoestima que tanto se resienten en estos casos. Para ello, se le enseñaría a detectar los pensamientos y conductas que pueden estar interfiriendo y boicoteando su sanación, mediante la reestructuración cognitiva, técnicas de resolución de problemas… ; a expresar sus sentimientos de forma constructiva y no destructiva; a gestionar sus emociones y así poder sacarle el mayor provecho posible, para así poder afrontar con una actitud más asertiva y positiva la vida.
Lo importante es que la persona no se estanque, sino que mantenga una vida activa, realice actividades que le produzcan algún placer y le hagan reír, actividades deseadas que antes no podía hacer y ahora sí, que salga y se relacione y no se encierre en sí misma.
Además es interesante saber que una emoción negativa intensa se supera con otra emoción igualmente de intensa pero de sentido positivo y placentero para la persona.
Con la terapia floral , que es un método natural, energético (vibracional) podríamos ayudarla a restablecer su salud, contribuyendo a armonizar las disfunciones que padece, a todos los niveles, tanto a nivel físico, emocional, mental o espiritual. Su uso le aportará la fuerza necesaria para superar los estados emocionales y pensamientos negativos propios en estos casos. También le ayudará a desarrollar un estado de conciencia personal que le permitirá mejorar y desarrollarse mejor en todos los aspectos de la vida, devolviéndole el equilibrio y ayudándole a conocerse y reencontrarse consigo misma.
En los casos de una ruptura sentimental podríamos empezar con las siguientes flores: remedio rescate( para equilibrar a la persona de forma provisional); Castaño dulce (para la angustia extrema que siente la persona cuando la abandonan, ese sentirse en un callejón sin salida); Nogal( para que se adapte a la nueva situación y ayude a aceptarla); Olmo(para el desbordamiento general que siente la persona, todo le sobrepasa y se ve incapaz de poder seguir adelante con su vida). Y después de unos 15 días con este tratamiento, se le haría otro más personalizado, adaptado a su personalidad y situación actual.
Básicamente las flores que se suelen utilizar en estos casos serían: Estrella, Nogal, Achicoria, Acebo, Madreselva, Castaño blanco, Sauce, Pino y Mostaza.
Otras de las terapias naturales de las que se puede beneficiar es de la reflexología podal. Con ella se podrá mejorar su estado de salud en general. Mediante el masaje en zonas reflejas pondríamos en marcha los procesos reguladores internos de la homeostasis, los cuales equilibrarían los desajustes internos de nuestro organismo (tanto físicos como emocionales) que suele producirse en este tipo de situaciones.
Pero una de las cosas que verdaderamente necesita el desenamorado es Tiempo. Aunque suene a tópico, es una realidad que el tiempo lo cura todo. Ya lo dice Jorge Bucay en unos de sus maravillosos cuentos “la Isla de las Emociones y Sentimientos”, el cual os dejo a continuación. Trata de cómo se comporta el amor en un desengaño y de cómo se supera:
Hubo una vez una isla donde habitaban todas las emociones y todos los sentimientos humanos que existen. Convivían, por supuesto, el Temor, la Sabiduría, el Amor, la Angustia, la Envidia, el Odio… Todos estaban allí.
A pesar de los roces naturales de la convivencia, la vida era sumamente tranquila y hasta previsible. A veces la Rutina hacia que el Aburrimiento se quedara dormido, o el Impulso armaba algún escándalo, pero muchas veces la Constancia y la Conveniencia lograban aquietar el Descontento.
Un día, inesperadamente para todos los habitantes de la isla, el Conocimiento llamó a reunión. Cuando la Distracción se dio por enterada y la Pereza llegó al lugar del encuentro, todos estuvieron presentes.
Entonces, el Conocimiento dijo:
–Tengo una mala noticia para darles: La isla se hunde.
Todas las emociones que vivían en la isla dijeron:
–¡No, cómo puede ser! ¡Si nosotros vivimos aquí desde siempre!
El Conocimiento repitió:
–La isla se hunde.
–¡Pero no puede ser! ¡Quizá estás equivocado!
–El Conocimiento casi nunca se equivoca –dijo la Conciencia dándose cuenta de la verdad–. Si él dice que se hunde, debe ser porque se hunde.
–¿Pero qué vamos a hacer ahora? –se preguntaron los demás.
Entonces, el Conocimiento contestó:
–Por supuesto, cada uno puede hacer lo que quiera, pero yo les sugiero que busquen la manera de dejar la isla… Construyan un barco, un bote, una balsa o algo que les permita irse, porque el que permanezca en la isla desaparecerá con ella.
–¿No podrías ayudarnos? –preguntaron todos, porque confiaban en su capacidad.
–No –dijo el Conocimiento–, la Previsión y yo hemos construido un avión y en cuanto termine de decirles esto volaremos hasta la isla más cercana.
Las emociones dijeron:
–¡No! ¡Pero no! ¿Qué será de nosotros?
Dicho esto, el Conocimiento se subió al avión con su socia y, llevando de polizón al Miedo, que como no es zonzo ya se había escondido en el motor, dejaron la isla.
Todas las emociones, en efecto, se dedicaron a construir un bote, un barco, un velero… Todas… salvo el Amor.
Porque el Amor estaba tan relacionado con cada cosa de la isla que dijo:
–Dejar esta isla… después de todo lo que viví aquí… ¿Cómo podría yo dejar este arbolito, por ejemplo? Ahh… compartimos tantas cosas…
Y mientras las emociones se dedicaban a fabricar el medio para irse, el Amor se subió a cada árbol, olió cada rosa, se fue hasta la playa y se revolcó en la arena como solía hacerlo en otros tiempos. Tocó cada piedra… y acarició cada rama…
Al llegar a la playa, exactamente desde donde el sol salía, su lugar favorito, quiso pensar con esa ingenuidad que tiene el amor:
“Quizá la isla se hunda por un ratito… y después resurja… ¿por qué no?”
Y se quedó durante días y días midiendo la altura de la marea para revisar si el proceso de hundimiento era reversible…
La isla se hundía cada vez más…
Sin embargo, el Amor no podía pensar en construir, porque estaba tan dolorido que sólo era capaz de llorar y gemir por lo que perdería.
Se le ocurrió entonces que la isla era muy grande, y que aun cuando se hundiera un poco, siempre él podría refugiarse en la zona más alta…
Cualquier cosa era mejor que tener que irse. Una pequeña renuncia nunca había sido un problema para él.
Así que, una vez más, tocó las piedritas de la orilla… y se arrastró por la arena… y otra vez se mojó los pies en la pequeña playa que otrora fue enorme…
Luego, sin darse cuenta demasiado de su renuncia, caminó hacia la parte norte de la isla, que si bien no era la que más le gustaba, era la más elevada…
Y la isla se hundía cada día un poco más…
Y el Amor se refugiaba cada día en un espacio más pequeño…
–Después de tantas cosas que pasamos juntos… –le reprochó a la isla.
Hasta que, finalmente, sólo quedó una minúscula porción de suelo firme; el resto había sido tapado completamente por el agua.
Recién en ese momento el Amor se dio cuenta de que la isla se estaba hundiendo de verdad. Comprendió que, si no dejaba la isla, el amor desaparecería para siempre de la faz de la Tierra…
Caminando entre senderos anegados y saltando enormes charcos de agua, el Amor se dirigió a la bahía.
Ya no había posibilidades de construirse una salida como la de todos; había perdido demasiado tiempo en negar lo que perdía y en llorar lo que desaparecía poco a poco ante sus ojos.
Desde allí podría ver pasar a sus compañeros en las embarcaciones. Tenía la esperanza de explicar su situación y de que alguno de sus compañeros lo comprendiera y lo llevara.
Buscando con los ojos en el mar, vio venir el barco de la Riqueza y le hizo señas. La Riqueza se acercó un poquito a la bahía.
–Riqueza, tú que tienes un barco tan grande, ¿no me llevarías hasta la isla vecina? Yo sufrí tanto la desaparición de esta isla que no pude fabricarme un bote…
Y la Riqueza le contestó:
–Estoy tan cargada de dinero, de joyas y de piedras preciosas, que no tengo lugar para ti, lo siento… –y siguió su camino sin mirar atrás.
El Amor se quedó mirando, y vio venir a la Vanidad en un barco hermoso, lleno de adornos, caireles, mármoles y florcitas de todos los colores. Llamaba muchísimo la atención.
El Amor se estiró un poco y gritó:
–¡Vanidad… Vanidad… llévame contigo!
La Vanidad miró al Amor y le dijo:
–Me encantaría llevarte, pero… ¡tienes un aspecto!… ¡estás tan desagradable… tan sucio y tan desaliñado!… Perdón, pero creo que afearías mi barco––y se fue.
Y así, el Amor pidió ayuda a cada una de las emociones. A la Constancia, a la Sensualidad, a los Celos, a la Indignación y hasta al Odio. Y cuando pensó que ya nadie más pasaría, vio acercarse un barco muy pequeño, el último, el de la Tristeza.
–Tristeza, hermana –le dijo–, tú que me conoces tanto, tú no me abandonarás aquí, eres tan sensible como yo… ¿Me llevarás contigo?
Y la Tristeza le contestó:
–Yo te llevaría, te lo aseguro, pero estoy taaaaan triste… que prefiero estar sola –y sin decir más, se alejó.
Y el Amor, pobrecito, se dio cuenta de que por haberse quedado ligado a esas cosas que tanto amaba, la isla iba a hundirse en el mar hasta desaparecer.
Entonces se sentó en el último pedacito que quedaba de su isla a esperar el final…
De pronto, el Amor escuchó que alguien chistaba:
–Chst-chst-chst…
Era un desconocido viejito que le hacía señas desde un bote de remos.
El Amor se sorprendió:
–¿A mí? –preguntó, llevándose una mano al pecho.
–Sí, sí –dijo el viejito–, a ti. Ven conmigo, súbete a mi bote y rema conmigo, yo te salvo.
El Amor lo miró y quiso explicar:
–Lo que pasó fue que yo me quedé…
–Yo entiendo –dijo el viejito sin dejarlo terminar la frase–, sube.
El Amor subió al bote y juntos empezaron a remar para alejarse de la isla.
No pasó mucho tiempo antes de ver cómo el último centímetro que quedaba a flote terminó de hundirse y la isla desaparecía para siempre.
–Nunca volverá a existir una isla como ésta –murmuró el Amor, quizá esperando que el viejito lo contradijera y le diera alguna esperanza.
–No –dijo el viejo– como ésta, nunca.
Cuando llegaron a la isla vecina, el Amor comprendió que seguía vivo. Se dio cuenta de que iba a seguir existiendo.
Giró sobre sus pies para agradecerle al viejito, pero éste, sin decir una palabra, se había marchado tan misteriosamente como había aparecido.
Entonces, el Amor, muy intrigado, fue en busca de la Sabiduría para preguntarle:
–¿Cómo puede ser? Yo no lo conozco y él me salvó… Todos los demás no comprendían que me hubiera quedado sin embarcación, pero él me ayudó, él me salvó y yo ni siquiera sé quién es…
La Sabiduría lo miró a los ojos largamente y dijo:
–Él es el único que siempre es capaz de conseguir que el amor sobreviva cuando el dolor de una pérdida le hace creer que es imposible seguir. El único capaz de darle una nueva oportunidad al amor cuando parece extinguirse. El que te salvó, Amor, es el Tiempo.
Ana Mª Aranda (Estepona-Málaga)
Email: aranddar@hotmail.com
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