El hígado, ese órgano tan olvidado
El trabajo del hígado no es tan visible, aparentemente, como el de otros órganos tales como el corazón y los pulmones, cuyo funcionamiento se nota de muy diversas formas.
El hígado es, en ese sentido, un órgano silencioso.
Si pudiéramos ver el interior del hígado cuando trabaja, y sobre todo si pudiéramos verlo con aumento, nuestra sorpresa sería muy grande. Surcado en todas direcciones por millones de tuberías, por las que circula continuamente gran cantidad de sangre.
Se sabe que la cantidad de sangre que recibe un órgano es proporcional a su trabajo. Pues bien, el hígado es uno de los órganos de circulación más activa, esto quiere decir, que recibe gran cantidad de sangre. El total de la sangre del cuerpo pasa por el hígado muchas veces al cabo del día. Esto no ocurre por casualidad, sino porque una de las muchas funciones del hígado es trabajar con esta sangre: depurarla y librarla de venenos que pueden llegar procedentes de cualquier parte del cuerpo.
El complicado y enorme laboratorio que es el hígado no trabaja aislado del resto del organismo. Todo lo contrario. El hígado recibe constantemente noticias de los restantes órganos por las que sabe en cada momento qué es lo que más urgentemente necesitan y a qué trabajo debe dedicarse preferentemente. El hígado sabe cuando se toman alimentos y cuando empieza la digestión, en consecuencia, manda bilis al intestino. También sabe cuando estamos haciendo un trabajo corporal, entonces vierte glucosa en la sangre para que los músculos puedan consumirlo en su trabajo, etc.
El cuerpo es una unidad y los órganos se influyen mutuamente entre sí. La enfermedad de uno de ellos repercute necesariamente sobre los demás. Todo el organismo es el que está enfermo, no un órgano solo. Por tanto, el tratamiento de abarcar también todo el organismo debe incluir procedimientos y aplicaciones dirigidas especialmente hacia el órgano enfermo.
Cualquier enfermedad crónica del intestino tarde o temprano repercute en el hígado y a la inversa. Las enfermedades del corazón con mala circulación son causa de trastornos del hígado, y a la inversa también.
En el organismo existe un verdadero control hepático. Todo digerido en los intestinos pasa directamente al hígado por la vena porta. Mientras un alimento no llega al hígado no está verdaderamente dentro del cuerpo, sino en el tubo digestivo y tiene siempre la puerta abierta de salida en caso de anormalidad intestinal. En este caso, la salida es por el intestino. Pero cuando llega al hígado, ya no retrocede y va a la sangre, y solo el buen control hepático se encarga de depositar en la vesícula biliar los venenos que llevan los distintos alimentos.
Nuestro maravilloso hígado no solo termina la digestión de los alimentos, sino que almacena en sí mismo cantidad de alimento muscular, glucógeno, para surtir al organismo. Además, revierte y transforma en grasa el sobrante del alimento de cada día, que sería el material de reserva. Y cuando falta alimento, por las circunstancias que sea, el hígado revierte la grasa en lo que fue, en glucógeno, para nutrirse autofágicamente de reservas.
Los enemigos del hígado:
Solo te daremos una orientación. Hay alimentos que pueden perjudicar al hígado si se consumen de forma irresponsable o en cualquier situación previa. Aquí hablaremos de generalidades, lo específico lo marcas tu.
• Huevos. Hacen prosperar a los patógenos. A los virus y a las bacterias les encantan los huevos, que son su fuente de alimentos número uno; por eso, cuando la dieta contiene huevos, los patógenos pueden alimentarse y hacer daño al hígado. Comer solo las claras del huevo no resuelve el problema. Cuando se suprimen de la dieta los huevos, los patógenos se quedan sin su alimento favorito y tienen que recurrir a otras fuentes de alimento en el hígado. Las partículas procedentes de los huevos pueden salir completamente de las células del hígado en un plazo de noventa días, a condición de que los estés evitando por completo durante ese tiempo.
• Lácteos. Fuentes de alimento para los patógenos. También son muy formadores de mucosidad, haciendo que esta se acumule en los vasos sanguíneos y en las células del hígado, lo que debilita al sistema inmunitario propio del hígado. Como en el caso de los huevos, te puedes librar por completo de las partículas procedentes de los lácteos en las células del hígado si los evitas radicalmente.
• Queso. Aunque el queso entra dentro de la definición de los productos lácteos, merece que hagamos mención aparte a él porque, desde hace poco tiempo, se habla del queso como alimento para la longevidad. No lo es; no te protege. El queso es otra fuente de alimento para los patógenos que obstaculiza y daña el hígado. Es el alimento que más diabetes produce, aunque se le suele tomar por un alimento magnífico para los diabéticos. Este es un error desastroso, que nos hace pensar qué otros consejos de salud corren por ahí que son absolutamente opuestos a la verdad. El queso también es responsable de producir hígados atascados, lentos y grasos; y, como el resto de los productos lácteos, debilita el sistema inmunitario del hígado produciendo mucosidad en los vasos sanguíneos y en las células del hígado. Si te encanta el queso, limítate a disfrutarlo solo en ocasiones especiales, sin dejar nunca de procurar hacer cosas positivas para tu hígado; o bien, prueba el queso de frutos secos como alternativa.
• Hormonas de los alimentos. Estas son extremadamente perturbadoras para la capacidad del hígado para gestionar, producir y organizar las hormonas propias del organismo. El hígado puede sacar algún partido de la situación neutralizando algunas de estas hormonas más tóxicas de los alimentos y conservándolas para servirse de ellas más adelante con el fin de atrapar la adrenalina y desactivarla. Con esto no quiero decir que las consumamos, ya que el hígado es capaz de hacer eso mismo con las hormonas usadas del propio organismo. Las hormonas de los alimentos empiezan a abandonar el hígado rápidamente cuando te lo cuidas, y puedes librarte en un plazo de 90 días de todas las hormonas venenosas que el hígado no quiera quedarse como cebo para neutralizar la adrenalina fresca.
• Alimentos altos en grasas. Una dieta alta en grasas radicales (con independencia de que estas procedan de fuentes vegetales o animales y de que sean grasas sanas o malsanas) es dura para el hígado. En cuanto empiezas a cuidarte el hígado, las grasas comienzan a desprenderse de él inmediatamente. El proceso completo puede llevar algún tiempo y se producirá de manera natural; a medida que todos los demás enemigos vayan abandonando el hígado, este estará cada vez menos graso.
• Alcohol. Es sabido que cuando se bebe mucho se producen resacas. El motivo por el que se tiene apetito con la resaca es que mientras abusaban del alcohol hacían pasar hambre al hígado. Cuando el hígado se inunda de alcohol, no solo no puede funcionar bien, sino que queda privado de nutrientes; por eso, después de haber estado tomando alcohol, nuestro hígado necesita reabastecerse de glucosa. El problema de las comidas habituales para la resaca es que en ellas se combinan las grasas con el azúcar, lo que sigue impidiendo al hígado que restaure sus reservas de glucosa. Esto lleva a las personas a comer demasiado, creyendo que más comida les absorberá el alcohol y los dejará saciados, cuando lo que necesitan en realidad para calmar el hambre y para ayudar a sus hígados a recuperarse son alimentos del tipo adecuado, libres de la intromisión de las grasas.
• Uso excesivo del vinagre. El vinagre satura el hígado y le produce un efecto de embriaguez, en el sentido de que desacelera la capacidad del hígado para funcionar y para operar como es debido. Casi debería servirse el vinagre con la advertencia de que el hígado no debe manejar maquinaria pesada cuando está sometido a sus efectos. Aunque sus efectos sobre el hígado no son tan malos como los del alcohol, existen semejanzas. El vinagre de manzana es el mejor que se puede emplear; tiene algunos aspectos positivos que compensan los efectos de la fermentación, aunque tampoco te conviene abusar de él. El proceso de limpieza comenzará en cuanto empieces a trabajar a favor de tu hígado. Puedes librarlo de todo el vinagre en el plazo de un mes.
• Cafeína. Produce en el hígado un efecto de adelgazamiento de las paredes celulares. Las células se suelen recuperar rápidamente, aunque el consumo constante de cafeína dificulta la labor de defensa por parte del hígado. Unas paredes celulares que están adelgazadas continuamente se vuelven más vulnerables a la invasión de los patógenos, como son los virus, que pueden provocar daños celulares. La cafeína tiene una tasa de saturación en el hígado más profunda que la de otros muchos enemigos alimentarios. Te puedes librar de toda la cafeína que tienes guardada en el hígado en una semana.
• Uso excesivo de sal. ¿La sal es buena o es mala? Parece que las ideas cambian en el mundo de la salud a cada década que pasa. La respuesta verdadera es que un poco de sal sana puede estar bien; tu hígado puede tolerar algo de sal marina o de una buena sal de roca de montaña. Si pones en tu vida un pellizco de sal de estos tipos, no te hará daño. Cuando debemos ser prudentes es cuando abusamos de la sal, sobre todo con una sal inadecuada, y cuando abusamos de la sal dentro de una dieta alta en grasas. Las células grasas tienden a encapsular sales dentro de sí, y estas, a su vez, deshidratan las células grasas. Cuando a una célula grasa se la deshidrata a la fuerza, se desnaturaliza, y ya no resulta fácil eliminarla del cuerpo, de la sangre o del hígado. Las células grasas desnaturalizadas tienden a quedarse y a reunirse en el hígado; por ello, cuanta más sal hay en la dieta, más grasa tiende a desnaturalizarse y a quedarse allí. Un exceso de sal también deshidrata los órganos, los músculos y las glándulas. El corazón y el hígado, por ejemplo, deben mantener un cierto grado de hidratación, y el uso excesivo de sal en su forma cruda choca con ello. También deshidrata el cerebro. Aunque el cerebro funciona a base de sodio como sustancia neurotransmisora, ese sodio debe haberse extraído de un alimento propiamente dicho, y no de la sal que se añade a los alimentos. Un error muy extendido actualmente en la salud natural es añadir sal al agua, pensando que es sana, cuando no lo es. Lo que deberíamos añadir a nuestras comidas es apio y zumo de apio, agua de coco, espinacas, algas marinas, limones y limas, porque contienen un sodio natural que no nos deshidratará los órganos. De hecho, este sodio natural es muy bueno para el hígado, en parte porque se une a las sales tóxicas y peligrosas de los alimentos de mala calidad y contribuye a combinarse con ellas y a extraerlas del cuerpo, al mismo tiempo que las sustituye por un subgrupo especial de sodio que el hígado necesita de verdad. También estabiliza la tensión arterial: la hace bajar cuando está demasiado alta y la hace subir cuando está demasiado baja; y no desnaturaliza las células grasas. Tal como sucede con el resto de los alimentos problemáticos, las sales tóxicas y sus residuos empiezan a salir del hígado inmediatamente, en cuanto tú comienzas a cuidártelo. Pueden haber salido por completo del hígado en 90 días.
• Gluten. Alimenta a los patógenos que están dentro del hígado. Este es otro enemigo que te puedes retirar del hígado por completo en 90 días.
• Maíz. Otro alimento para los patógenos del hígado que puede salir del hígado a los 90 días de empezar a cuidártelo.
• Aceite de colza. Contiene compuestos químicos, no descubiertos todavía, que son duros para el hígado y debilitan las células hepáticas. Se tardan seis meses en librarse de él.
• Derivados del cerdo. Su contenido en grasas más elevado y la variedad concreta de estas desaceleran las funciones del hígado, lo que acelera la recogida de células grasas y debilita el sistema inmunitario del hígado. El plazo necesario para que salgan del hígado por completo dependerá de cuánto cerdo se ha consumido a lo largo de la vida y de cuánta grasa de cerdo se ha reunido en el hígado.
Ahora que sabes algo más sobre el hígado ¿Qué te parece?
Los naturópatas te podemos dar mil ideas y estrategias para comer sano, sabroso y respetando tu hígado.
«Con Naturopatía se Vive Más y Mejor»
Adela Carrasco