La gonorrea, el colon irritable y el camión

La gonorrea, el colon irritable y el camión

Lucía era una joven atractiva, educada, muy cariñosa y excesivamente divertida. Podríamos decir que era un torrente de vida. No tardó en conocer a Raimundo, un chico de pueblo, que trabajaba en las tierras de su madre (viuda hacía ya mucho tiempo) con muchas ganas de volar y ver mundo.

Lucía se enamoró de la sencillez de Raimundo, y a pesar de poder elegir entre varios pretendientes, le encandiló lo que ella denominó como su “buen corazón”.

Se casaron, y al poco tiempo le ofrecieron a Raimundo conducir un camión con mercancía hasta Alemania. Pudo hacerlo porque en la “mili” aprovechó para sacarse todos los permisos de conducción  y ganas no le faltaban, estaba harto de tierra, tractores, regadío y el control de su madre.

Al principio todo bien, buen sueldo, nuevas experiencias y la feliz noticia de que Lucía estaba embarazada…

Pero la “luna de miel” de sus vidas muy pronto se apagó. Lucía comenzó a sentir molestias y tras acudir al médico le diagnosticaron una gonorrea. El médico fue muy claro: esto solo se transmite con relaciones íntimas completas. Raimundo le fue infiel.

A Lucía el mundo entero se le cayó encima. Eso significaba que ese amor suyo, con tan buen corazón era un mentiroso…

El tiempo pasó, la enfermedad se curó pero el alma siguió herida. Y a lo largo de los años la sospecha, la desconfianza y la vida que “el camión” le daba a Raimundo fue minando poco a poco la salud y la alegría de Lucía.

Después de su segundo hijo desarrolló descargas intestinales incontrolables que denominaron “colon irritable”. Lucía tenía miedo de salir a cualquier sitio porque en cualquier momento sufría una descarga acuosa que la enfrentaba a situaciones muy violentas.

Habló con su amiga Mariluz, naturópata. Lo mejor de este encuentro es que Mariluz supo trabajar ese colon irritable desde el origen: sus emociones y experiencias vividas. Y sin fármacos ni químicos sintéticos Lucía poco a poco fue sanando sus heridas del intestino y del corazón.

Hoy mantiene una relación equilibrada con Raimundo, su intestino funciona como el de cualquiera y Lucía aprendió muchas cosas de la vida, del amor y de sí misma.

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