Metáfora para tiempos de crisis…
Como ya sabéis, las metáforas son mensajes gentiles a nuestro inconsciente para que interpretando situaciones sea capaz de alcanzar soluciones… La mejor forma de oír una metáfora es mientras dormimos, a esta herramienta se le llama HIPNOPEDIA.
LA HORMIGA Y EL MUCHACHO
Hace mucho tiempo, en un lugar remoto, un adolescente abrió los ojos encontrándose rodeado de desierto y los restos de una avioneta destrozada.
Saliendo de su aturdimiento fue recordando poco a poco que en ella viajaba con dos amigos rumbo a unas vacaciones de ensueño pero que una tormenta derribó el aparato. Un rayo impactó en la hélice principal y la caída fue inevitable. El muchacho había recibido un golpe en la cabeza que le hizo perder el conocimiento pero milagrosamente no tenía ningún rasguño. Sin embargo sus dos amigos no tuvieron tanta suerte, ellos dos eran los que pilotaban el avión y fueron quienes recibieron la peor parte del impacto.
Ahora estaba allí, solo, con los restos de sus dos amigos muertos y toooooooodo el desierto a su alrededor. El calor era sofocante y nada podía verse en el horizonte salvo arena y más arena.
Consciente de su situación primero lloró, después montó en cólera, se desesperó y finalmente tumbado en la arena cálida del desierto pasó horas esperando la muerte. Entre tanto, mientras fijaba su mirada en el suelo, descubrió una pequeña hormiga que cargaba una semilla. Durante minutos fijó su mirada en ella hasta que desapareció de su vista…Fue entonces cuando oyó en su mente una voz que le decía: “Si un ser tan pequeño es capaz de sobrevivir en este desierto…¿no serás capaz tú de sobrevivir?”
El muchacho se levantó y se dijo a sí mismo: VOY A VIVIR…
Enterró a sus dos amigos muertos dedicándoles unas palabras de despedida. Revisó los restos del aparato y consideró qué piezas podrían serle útiles. Rescató las ruedas de la avioneta, con los restos de las alas hizo un pequeño techado para protegerse del sol y manipulando las piezas de metal consiguió construir un pequeño carro. Rebuscó los alimentos y el agua que llevaban para el viaje y se dispuso a tomar una dirección…
“Si una hormiga puede yo también”, se repetía a sí mismo continuamente.
Mientras subía las dunas que eran como montañas pensaba que cuando le tocara bajarlas se subiría en su pequeño carro improvisado y el descenso sería muy placentero y sin esfuerzo. Mientras caminaba con su artefacto divisó a lo lejos un oasis…”quizás encontraré agua allí, se decía”…efectivamente, allá había agua para refrescarse y llenar los recipientes que había salvado de la avioneta. El lugar era ideal, frescor, agua…pero no había comida, no podía quedarse allí demasiado tiempo sin alimento. Sentado, pensando en todo esto, volvió a ver a la hormiga, no sabía si era la misma o era otra pero el caso es que pasó a su lado y siguió hacia delante hasta que la perdió de vista…
Si una hormiga puede yo también…y se levantó decidido a seguir adelante porque había decidido VIVIR…
Pasó una jornada entera, pasaron dos…el sol quemaba pero su voluntad era firme. Entretanto divisó a lo lejos unas sombras borrosas por el calor y el reflejo de la arena. Parpadeó varias veces y al enfocar comprobó que era una caravana de nómadas. Seis o siete camellos caminaban en fila india junto a sus dueños…
El muchacho gritó, corrió y agitó su camisa hasta que los camelleros repararon en él…¡estaba salvado!
Los beduinos le dieron agua, montaron la tienda y le ofrecieron leche con miel…mientras recobraba sus fuerzas tumbado en la manta que le dieron para que durmiera, volvió a fijar su mirada en el suelo y volvió a ver a la hormiga que esta vez estaba embelesada dirigiéndose muy decidida hacia una gota de miel que se derramaba de la taza…
El muchacho cogió suavemente a la hormiga y la retiró de la gota de miel…”no pequeña, le decía, la miel te atrapará y no podrás escapar, sigue tu camino pero olvida la miel”… y así fue como ambos, el muchacho y la hormiga, sobrevivieron en ese cálido desierto.