Un testimonio vivo…Espondilitis Anquilosante, una vida, un libro.

Un testimonio vivo…Espondilitis Anquilosante, una vida, un libro.

Ana M. Herrero Hernández, nació en Zújar (Granada) en 1966. Se licenció en Filología Española por la Universidad de Granada en 1990 lo cual le ha permitido desempeñar su labor como docente de profesora de español como lengua extranjera desde prácticamente ese mismo año alternando sus estancias en España y el extranjero. Actualmente y desde el año 1997 trabaja como profesora en el Centro de Lenguas Modernas de la Universidad de Granada.

Fue alumna de la Escuela Internacional Naturopatía donde aprendió Reflexología Podal con Adela Carrasco.

Diagnosticada de espondilitis anquilosante en 2007 después de nueve años de severos síntomas: dolores articulares, rigidez, fiebre, cansancio, contracturas musculares, apatía, depresión… En este libro (Espondilitis Anquilosante: la enfermedad mi salvación ) a día dehoy en que la enfermedad ha dejado de avanzar y apenas necesita medicación. Trata de explicar la influencia que para ella tuvieron y tienen ciertas terapias físicas y mentales que ayudaron a poco a poco, y siempre con prescripción médica, a ir prescindiendo de la medicación.

Es un testimonio vivo y sincero de superación y aceptación de una enfermedad crónica degenerativa como es la espondilitis.

Esta obra está avalada por el Jefe de Reumatología del Hospital Reina Sofía de Córdoba, Don Eduardo Collantes, el cual ha dedicado el prólogo.

INTRODUCCIÓN

Soy una de tantas personas que han sido tocadas con la varita mágica de la VIDA. Y lo digo con mayúsculas por que, con orgullo, puedo decir que he vivido y estoy viviendo con  intensidad cada momento de la misma.

La VIDA que me ha tocado vivir (o que he elegido vivir) no es mejor ni peor que cualquier otra. Es simplemente una VIDA vivida con sus momentos agradables y con los menos agradables. Pero todos y cada uno de ellos sentidos con conciencia plena, con la paz que da entender que son sólo momentos y que, como las olas del mar, vienen y van, se acercan a la orilla se rompen, dan forma a la arena, arrastran, desaparecen y llega otra nueva que repite el movimiento con la intención de dejar grabado en la orilla que nada muere ni se acaba sino que hay un sin fin de eternidades, de límites. Cada ola es sólo una parte de una gran inmensidad, el mar. Y una ola no debe impedirte ver el mar. La ola se acaba, el mar no. La ola muere, el mar no.

Esa es mi vida, llena de momentos firmes y eternos como las olas, que me han llenado el mar de recuerdos, de amor, de sabiduría, de lecciones que han llegado a la orilla, se han estrellado pero han perdurado en mi para siempre y me han hecho crecer, me han hecho ver mi mar cada vez más inmenso, infinito.

De todo ese mar infinito me voy a detener en una de esas olas que más fuertemente me golpeó dejando una gran huella en la orilla de mi cuerpo y que poco a poco ha ido formando parte de mí sin que ahora mismo pueda llamarse huella, sino luz, luz que me iluminó y me llenó de fuerza para aprender de ese golpe y hacerlo bello.

Estoy hablando del diagnóstico de esa desconocida enfermedad llamada espondilitis anquilosante. Ése fue el principio de mi mar, ése fue el fin de una ola y el principio de mi inmensidad, la luz que puso fin a mi oscuridad, un bonito regalo de mi VIDA.

No hablo de una enfermedad grave, no, al contrario, sólo hablo de una enfermedad. Lo grave es un adjetivo que añade cada uno dependiendo de su momento físico y mental.

No es la única ola que me ha sacudido en mi vida, ni la única que me sacudirá, pero como preparación a las siguientes ha sido imprescindible para descubrir mi propio coraje, mi valor, mi fortaleza, pero sobre todo para aprender a enfrentarme a mis miedos con más y más fuerza. Y ahora me doy cuenta de que ha sido más fácil de lo que me temía.ana hernandez

El  resultado de todo esto ha sido convertirme en la protagonista de mi propia vida, en parte de mi propia evolución, y con la conciencia plena he dejado de sentir miedo a mirar adentro y no encontrar nada. He dejado de sentir ese vértigo, esa amenaza de descubrir que no se es nadie, y esa cólera hacia todo lo que ponga en peligro la imagen que de nosotros mismos hemos construido.

Al desinfectarme de todas estas emociones negativas empecé a sentirme flexible como el viento, desapegada de todo. Libre para vivir y para sentir.

Flexible es cambiar los medios, las vías o los recursos que nuestra experiencia nos dice que han sido utilizados hasta aquí. Es estudiar un objeto, una situación o una persona sin aferrarse a lo dado, sin atenerse a un plan mental prefijado. Es hacer algo nuevo y distinto, y no necesariamente atarlo al fracaso de lo habitual. Es abrirse a lo nuevo como camino imprescindible para tu crecimiento.

A partir de entonces me considero una persona SANA, que no necesariamente curada de mi enfermedad, pero sí sana mentalmente, libre de conductas enfermizas y por tanto lista para la curación. Estar sana significa aceptar, no luchar. Significa vivir la enfermedad con optimismo y con la mente dispuesta a avanzar y mejorar. Estar curada significa dejar de padecer los síntomas de una enfermedad. Sin la sanación no puede haber curación.

En mi viaje existencial, la brújula de mi vida ahora está orientada hacia aquello que me hace sentir que mi vida tiene sentido, tengo una finalidad que cumplo a través del amor, de la solidaridad, de la empatía y de la creatividad. Soy un ser que se va moldeando con las exigencias de otros sin desviarme de mi propio desarrollo.

Actualmente me encuentro colaborando como voluntaria  en la Asociación Granadina de enfermos de Espondilitis (AGRADE), y esto está siendo mi verdadera sanación.

espondilitis anquilosante

Estoy tremendamente comprometida también con este libro que me lo debo a mí misma y a todas esas personas que se encuentran, como yo, en el camino de la sanación de ésta o de cualquier otra enfermedad. Es mi trabajo, mi proyecto de vida. Es el sentido de mi vida.

Pero por encima de todo estoy comprometida con la fluidez de la vida que me lleva a la incertidumbre de no saber como acabará todo esto. No importa, no busco comodidad. No quiero permanecer en la zona de confort. Quiero movimiento. No quiero elegir el camino fácil. Quiero elegir el camino del coraje, desapegado de los placeres y las comodidades. Y cuando escribo esto soy plenamente consciente de lo dificultoso que puede ser elegir VIVIR, pero también  soy consciente de lo vacía que me siento ante la pasividad, ante esa actitud de dejar la vida pasar para contemplarla desde mi butaca de espectadora.

Por eso y por que estoy convencida de que el 90% de la sanación en una enfermedad viene de que el paciente quiera o no participar de ella. Por supuesto, esto no se puede hacer sin medicamentos y sin la orientación de nuestro médico, pero la decisión de sanarse o no es única y exclusiva del paciente. Ese camino lo tenemos que hacer “solitos”.

Quiero dejar muy claro que todo este proceso no empezó con el diagnóstico, había empezado mucho antes, nueve años atrás, coincidiendo con la muerte de la madre de mi gran amigo Diego y con la intensidad de mis dolores óseos y musculares. Estas dos cosas despertaron algo en mí que me hicieron ir creciendo y madurando interiormente. Fue una decisión silenciosa aparentemente por que el ruido interior era estruendoso. Y así ha sido hasta ahora.

Han sido muchos años de caminar en contra de la corriente, y en este caso la corriente era mi propio cuerpo. Yo no le daba lo que me pedía. Ell se quejaba y yo le forzaba. No le escuchaba. No quería saber. Yo era fuerte. Me dominaba. Me controlaba. Yo tenía que cumplir con todo lo que se esperaba de mí. No podía flaquear. Hasta que me cansé, y mucho. El cansancio se hizo crónico y pasaba los días trabajando o tumbada en el sofá sin fuerza ni para pestañear.

El diagnóstico era simplemente ponerle un nombre a todo lo que me estaba sucediendo. Me tranquilizó mucho saber como llamarle a esa tormenta gracias a la cual yo estaba recogiendo tan sabrosos frutos.

 Poner nombre a las emociones, a las sensaciones, a las situaciones, relaja, tranquiliza y te certifica que efectivamente estabas en lo cierto. A partir de entonces. Ya puedes ir por la vida con otra actitud, como el guerrero que gana una batalla y se muestra valientemente ante el mundo.

Desde entonces ese título honorífico de enferma de espondilitis empezó a abrirme puertas. Solicité una valoración de mi enfermedad por un tribunal médico y me concedieron el 33% de minusvalía. Una compensación económica que me aportó un poco más de estabilidad y me permitió cuidarme físicamente con menos estrés. Para mí la primera señal de mi sanación había llegado. Fui capaz de sentarme allí, contar lo que me pasaba asumiendo mi enfermedad: lo celebré interior y exteriormente.

Ese momento lo recordaré como uno de los peores de mi vida, pasé uno de mis peores exámenes. Me sentí impotente ante las numerosas explicaciones que tuve que dar para “convencerles” de que realmente estaba enferma, de que me merecía ese premio.

Otra cosa importante que ocurrió a raíz de este diagnóstico en mi vida es que empecé a ser comprendida. Ahora no tenía que dar tantas explicaciones sobre mi estado. Sólo el nombre era una garantía de padecer ciertos síntomas.

Médicamente simplificó mucho las cosas, aunque por otro lado pasé a formar parte de ese saco de pacientes diagnosticados de lo mismo, anónimos completamente, a los que sólo hace falta revisar cada cierto tiempo y que, padezcas lo que padezcas, siempre será de lo mismo.

Desde el punto de vista de amigos y familiares también dio un resultado efectivo, todos respiraron profundamente y le dieron un voto de confianza a lo que para ellos hasta entonces tenía bastante de cuentitis. Así que todos contentos.

Es ese proceso el que pretendo contar con este libro. El descubrimiento de esa enfermedad y lo que eso supuso en mi vida.  Mi camino hacia la sanación, y por tanto hacia la aceptación, teniendo como punto de referencia la enfermedad. Ese recorrido desde el exterior hacia el interior.

Cuando hablo de sanación me refiero a ésta en los tres niveles: físico, mental o psicológico y espiritual o del alma. El equilibrio se alcanza a partir de que estos tres niveles empiezan a recorrer los caminos juntos. Considero que son inseparables. Es por eso que este libro constará de tres capítulos:

  • Medicina para el cuerpo
  • Medicina para la mente
  • Medicina para el alma

Cada capítulo estará a su vez dividido en “puertas” que se irán abriendo en mí  y por las que poco a poco se irá llegando a mi “interior”.

Para esta división me baso en estas dos citas de Omraam Mikhaël Aïvanhov[2]:

«¿Cómo nacen y se propagan las enfermedades? Primero se trata de un germen microscópico que, cuando se desarrolla, termina afectando a todo el ser. Este germen es una idea que se introduce en el plano mental del individuo; después esta idea baja hasta el plano astral donde se expresa con sentimientos; luego se manifiesta con actos, y finalmente se instala en el cuerpo físico. Sería necesario que cada uno fuera lo suficientemente consciente para detener este proceso antes de su aparición como enfermedad en el plano físico, diciéndose a sí mismo: «No pienso correctamente, sufro de sentimientos negativos y eso me inspira a comportarme de un modo deplorable. ¡He aquí los gérmenes de futuras enfermedades! Para impedir que se extienda este estado hasta el plano físico, comenzaré atacando las causas en los planos mental y astral donde se hallan.» Así pues, vigilando vuestros pensamientos y vuestros sentimientos estáis verdaderamente trabajando por vuestra salud.»

«¿Por qué es tan necesario vivir en la armonía? Porque es un estado que desencadena una serie de reacciones físicas y químicas en el organismo que ocasiona que todos los procesos fisiológicos se realicen de este modo más correctamente. Vivir en la armonía significa haber decidido experimentar el poder del espíritu, el poder del alma, del pensamiento y del sentimiento sobre el cuerpo físico. ¡Cuántas personas se trastornan porque no cesan de alimentar en ellos pensamientos y sentimientos caóticos! No han comprendido que son las fuerzas maléficas las que les están destruyendo, y continúan buscando por todas partes el motivo de sus enfermedades. Deben comprender por fin, que son sus pensamientos y sus sentimientos quienes les ponen enfermos y les impiden ser alimentados.»

En cada uno de esos capítulos haré referencia a situaciones de mi vida que se volverán a repetir en los capítulos siguientes, pues, como he dicho anteriormente, las tres sanaciones han ido paralelas y cada una de esas situaciones me han aportado crecimiento en cada uno de esos tres niveles.

Desde mi humildad, lo único que intento ofrecer es mi testimonio. Una experiencia que espero que en el lector despierte ese clic, esa sonrisa interior  que todos llevamos dentro y que se nos manifiesta ante el reconocimiento, ante esa intimidad que da compartir emociones y vivencias y que te hacen identificarte hasta tal punto con alguien que lo sientes vivo y cercano.

Por mi parte me comprometo a abrir mis sentidos, a transmitir desde el corazón, con el ánimo de aligerar el peso de mi mochila emocional, para poder inspirar ese amor intenso a la vida, ese presente lleno de optimismo y felicidad con el que podemos elegir vivir nuestra existencia, con el que podemos convertir cada experiencia en un triunfo interno. Porque la satisfacción vital solo podemos hallarla dentro, porque los recursos de nuestra mente, y de nuestra alma, son exclusivamente nuestros. En definitiva espero que este libro sea una invitación a la acción, una invitación a vivir la alegría de vivir.

“En la América precolombina masajear los pies formaba parte de una ceremonia sagrada, pues creen que los pies son nuestro contacto con la tierra y con las energías que fluyen a través de ellas y además, por medio de ellos el espíritu está conectado con nuestro cuerpo”

“Para entender un poco mejor nuestras enfermedades, debemos conocernos un poco más. Nuestro cuerpo no anda por un lado  y nuestro espíritu por otro. En el ser humano hay una interrelación entre nuestra parte visible y nuestra parte no visible. Esa parte no visible son nuestras emociones, sentimientos, pensamientos, decisiones… Cualquier médico sabe que estas emociones se manifiestan en el organismo por dos conductos diferentes: el sistema nervioso y el endocrino” [3]

¿Quién no se ha sentido alguna vez como esta pobre cenicienta? ¿Cuántas veces asociamos en nuestra vida los zapatos con el sufrimiento? ¿Por qué hacemos caso de ese insensible refrán que dice que para presumir hay qué sufrir?

No, no, no y no. Ese fue realmente el problema de cenicienta, sus zapatos. Éstos la hicieron insensible a sus emociones, la alejaron de ella misma, dejaron de proporcionarle la conexión con la tierra y por tanto con ella misma y con cada uno de sus órganos  y así enfermó, se deprimió, se entristeció y fue perdiendo vida.

Somos nuestros zapatos, y por tanto somos nuestros propios pies. Desde que hice este curso de reflexología podal cada vez miro más los zapatos que lleva la gente para hacerme una idea de cómo estarán sus pies y así entender la expresión de su cara.

Zapatos bajos, cómodos, de piel que se adaptan a la forma de nuestro pie, gente con unos rasgos faciales más relajados, más alegres. Zapatos rígidos, altos y estrechos en la punta, rasgos faciales tensos, inquietos, inexpresivos (sin duda acostumbrados a no mostrar los síntomas de dolor).

¡Ay, qué inconscientes somos y que tiránicos con ese  trocito de piel que resulta el más importante de nuestro cuerpo! ¿Cómo no nos damos cuenta de lo sanos que estaban nuestros antecesores prehistóricos? Mantenían sus órganos en óptimas condiciones gracias al automasaje que se daban al andar descalzos. Estimulaban sus zonas reflejas por la presión que recibían de las piedras, rocas, ramas, arena…. Su propio medio les daba la vida.

Sí, eso fue lo primero que aprendí con Adela. Ese fue mi primer nivel de conciencia que se activó cuando conocí a esta profesional, sin duda, conocedora de la planta de los pies como si se tratara de un manual para sobrevivir en este mundo mucho más hostil que el de nuestros antecesores.

Adela se acerca a la planta de los pies, como Aladino a su lámpara maravillosa, consciente de que cualquier deseo que se les pida será concedido. Eso sí, como sucede con cualquier forma de crecimiento vital, no exento de pequeños sufrimientos que nos dicen que este sistema es mágico. Es un trocito de piel lleno de vida que hay que intentar despertar poquito a poco para que esa magia funcione y nos vaya restableciendo sensiblemente con el resto de nuestro cuerpo.

Y así fue como ella tocó un día literalmente en la puerta de mi casa.  Como por arte de magia empezó a sacar de su chistera toalla, palo ergonómico, alcohol, bálsamo hidratante y con la varita mágica de sus manos y ese torrencial de sabiduría, nos convenció, a Carlos (el actual vicepresidente de AGRADE) y a mí, de que efectivamente esa magia existe en cada uno de nosotros. Está dentro, la tenemos y la llevamos con nosotros desde que nacimos, sólo necesita ser activada mediante deseos que comunicamos a nuestro cuerpo a través de ese pequeñito mapa de piel.

Es otra forma de comunicación. Un nuevo lenguaje que consta de un emisor, un receptor, un mensaje, un canal, un código y una interpretación que tendremos que descifrar con cada mensaje que nos llegue de nuestro organismo.

Y de pronto, nuestro cuerpo reacciona al mismo tiempo que nuestro pie. Este último se relaja, se distiende, se vuelve más duro, más fuerte pero al mismo tiempo más sensible, y nuestro cuerpo empieza a hablarte y a pedirte agua o pipí. Tu piel se vuelve más limpia, tu cara más relajada, tu pelo más fuerte y espeso. Tu columna se va relajando, y tus hombros y tu abdomen… Todo se va regulando y volviendo a la vida. Nos volvemos más como nuestros ancestros, más primigenios, más básicos. Las emociones empiezan a fluir y nuestro miedo nos habla de seguridad, nuestras tristezas de crecimiento, nuestro estrés de tranquilidad mental.

La alegría empieza a manar y con ella la necesidad de transmitirlo al mundo, de contarlo para que crean, para que confíen. Esa  fue la puerta que se abrió en mí con el descubrimiento de esta magia: la necesidad de practicarlo. Es una puerta que abre hacia fuera, hacia el exterior, hacia la necesidad de ayudar a los demás.

Lo sentía y punto. Como cualquier sentimiento nuevo me produjo un poquito de miedo o de respeto hacia este método que yo estaba segura que funcionaba indiferentemente de la creencia o no de la persona a la que se lo practiques. El nivel de conciencia viene más por parte del que estimula que del que recibe la estimulación

Y ésta es la parte más importante del masaje. Cuando das un masaje a alguien y pones toda tu conciencia en esa parte del cuerpo que masajeas y en el órgano que recibe la estimulación, no sólo estimulas esa zona en el usuario si no en ti misma. Es magia. La empatía fluye y el dar y recibir se canaliza no sólo a través de las manos, si no también con el pensamiento.

Y ahí estaba esa puerta abierta, los canales y la conciencia puesta en este momento y mi disposición mental y física para aprender. Y llegó Ana a la asociación y ella fue la primera persona que confió en mi y yo en ella. Juntas hemos ido descubriendo esa empatía y esa magia. Lento pero seguro. No hay nada que practique en ella que yo no haya practicado antes en mi misma aunque el resultado sea diferente. Es una cuestión de seguridad.

Y en este momento me encuentro, explorando, sintiendo, recibiendo y dando y siempre experimentando, creciendo y siendo cada vez más consciente del concepto de unidad. Somos uno, uno con nuestro cuerpo, con nuestras emociones, con nuestra mente, nuestro pensamiento y con el resto del mundo. Sin duda crecer hacia fuera significa primero crecer hacia dentro, conectarse con uno mismo para que fluya hacia los demás y así hacia el universo.

Y esa conexión con uno mismo tiene un centro que sin duda se encuentra también en nuestra planta de los pies. Se llama plexo solar.

 “También denominado “plexo celíaco”, es una densa red de fibras y ganglios nerviosos localizada a nivel de la parte superior de la primera  vértebra lumbar.

Pertenece al sistema nervioso autónomo o vegetativo. Está especialmente vinculado con miedos, nerviosismo, tensiones, ansiedad, preocupaciones, sustos o todo tipo de impresiones cuyo impacto se refleja en este punto. Si la sensación es profunda puede ocasionar el bloqueo de sus funciones orgánicas relacionadas con  los órganos anteriormente descritos (diafragma, glándula suprarrenal, riñones, hígado, testículos u ovarios, corazón, bazo….)

Su localización va del ombligo al estómago.

El usuario, tras el masaje, notará relajación, sueño, tranquilidad, bienestar emocional, distensión abdominal, y aunque no lo note o lo sienta, se irán normalizando sus funciones viscerales.”[4]

Éste junto con la estimulación de la zona refleja riñón, uréter y vejiga, es lo que Adela llama el “masaje estrella”. Y su propio nombre lo dice todo, pues al estimular toda esta zona estamos produciendo una reacción en los órganos más importantes de nuestro cuerpo, estómago, hígado, intestino, pulmones, corazón….y relajando por tanto el sufrimiento que se deriva de su mal funcionamiento.

“Existe una conexión entre los estados psíquicos y los físicos. Por intermedio del plexo solar, un sentimiento de tristeza, por ejemplo, actúa sobre las vías simpáticas que, al jugar un papel vasoconstrictor, empiezan a contraer el sistema arterial. Esta contracción producida por la tristeza, obstaculiza la circulación de la sangre y por consiguiente, también la digestión, la respiración… Por el contrario para accionar los nervios que dilatan, debemos evocar la alegría y el amor.[…]

[…]Lo que más perturba al plexo solar son las manifestaciones desordenadas del cuerpo astral: el miedo, la cólera, los celos, el amor pasional. Y como el plexo solar es el depósito de las fuerzas, la consecuencia de esta desarmonía es la desmagnetización total. Cuando sentís un pavor o estáis en conflicto os vaciáis inmediatamente de fuerzas, vuestras piernas ya no os sostienen, vuestras manos tiemblan, vuestra cabeza está vacía. Eso significa que vuestro plexo solar ha agotado sus fuerzas. Pero si el plexo solar puede vaciarse, puede también llenarse; y esto es precisamente lo que el discípulo debe aprender: cómo llenar su plexo solar. […]

[…]¡Nos encontramos con tanta gente que parecen extenuados, aplastados, agobiados! Si están en este estado es porque no saben como trabajar con el plexo solar”. [5]

Sin duda estos son motivos suficientes para cuidar de nuestros pies y por tanto de nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestra alma. Es un reto que nos invita a vivir en un estilo de vida saludable y encima gratis. No se le puede pedir más. Trabajemos, o al menos pongamos nuestra conciencia en esa parte tan pequeñita que nos llevará directamente al cielo, pero eso sí, siempre con los pies en la tierra.

Gracias Adela[6] por tu constancia, tu paciencia, tu intuición, tu fuerza “bruta” y tu cariño. Gracias amiga, por haber despertado mis pies, por concienciarme un poquito más de mi propio potencial de salud, por transmitirme tanta seguridad y confianza en mí.


[1] Mente sana. Nº 37, Pág. 3,4,5

[2] Filósofo y pedagogo francés de origen búlgaro. Toda su temática aborda al hombre y su perfeccionamiento.

[3] Curso de reflexología podal. Adela Carrasco

[4] Curso de reflexología podal. Adela Carrasco

[5] Sois Dioses. Omraam Mikhaël Aïvanhov,

[6] Experta en Reflexología Podal. Directora y Fundadora de la Escuela Internacional Naturopatía


Qué podemos decir sino gracias a ti por tu ejemplo y honestidad y valentía…fue un placer y todavía lo sigue siendo haberte conocido. Te queremos…<3

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